Cultura: Las orejeras mayas

Este bloque es un pulidor para orejeras mayas, hecho de piedra caliza con moldes en todos sus lados. Los orificios tienen diferentes medidas para pulir orejeras redondas de diferentes tamaños y posiblemente de varios materiales, como el jade, la obsidiana, el cuarzo y hasta de concha.

Redacción: Sofía Paredes Maury
Fotos: Fundación La Ruta Maya

Cada orejera redonda, se giraba poco a poco dentro de cada molde y se “lijaba” para pulir bien la superficie. Para esto se podía usar arena, concha pulverizada u otro material abrasivo.

Otros dos bloques, similares a este, encontrados por los arqueólogos en la antigua ciudad de Cancuén, un sitio del periodo Clásico (250-900) a orillas del Río La Pasión, en Petén, Guatemala.

Tanto los hombres como las mujeres mayas usaban orejeras o aretes, de varias formas y materiales; aunque las más comunes eran aplanadas y redondas, con forma circular en su parte frontal seguidas por un tubo que traspasaba un agujero en la oreja. Generalmente las piezas redondas o en forma de anillos colgaban a cada lado de la cara, desde el tocado.

Aunque existieron en variedad de materiales como cerámica, madera, concha y piedra, las más duraderas eran las orejeras de jade; las cuales estaban accesibles a los gobernantes y a los nobles. Las orejeras, al igual que las barras ceremoniales y las cuevas, eran entradas simbólicas al mundo sobrenatural de los dioses y los antepasados sagrados.

Jade

El jade es uno de los materiales más importantes en la época prehispánica. Su dureza y variedad de colores hacían del jade la materia prima más cotizada. No solo por su coloración -que va del blanco al verde azulado- sino por ser difícil de conseguir. En efecto, la fuente que abastecía a toda Mesoamérica se localiza en una región muy especial: el Valle del Río Motagua; en el oriente de Guatemala.

El jade se explotaba en el lugar y luego era transportado por mercaderes -como el resto de la materia prima que provenía de diferentes regiones- quienes cruzaban valles, navegaban ríos y caminaban entre los pasos de montaña para poder llevar sus productos a través de redes comerciales a larga distancia.

Por ello, generalmente era más accesible para la nobleza, quien tenía, a su servicio, artesanos especializados. De esta cuenta, existe gran variedad de ornamentos como collares, pectorales, orejeras, discos para colgar de los tocados, placas que se cosían en la ropa y hasta cuentas de diversas formas y tamaños para diversos usos. Este pulidor cuadrado tiene moldes con huellas de uso que indican que sirvió para pulir cuentas y orejeras de diferentes tamaños, posiblemente jade y cuarzo, entre otros.

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