Ganzi, tierra de contrastes en la meseta tibetana
La primera prefectura autónoma de minorías étnicas de China, Ganzi, está situada en plena meseta tibetana y presenta un abrupto paisaje salpicado de montañas con alturas de hasta 7.500 metros, por donde fluye el río Yalong, afluente del Yangtsé, y yacen espectaculares lagos alpinos.
En el remoto oeste de la provincia china de Sichuan se encuentra una hermosa tierra de contrastes climáticos y culturales entre su casi 80 por ciento de población tibetana y comunidades como la han, la etnia mayoritaria china.
Lee también: El Camino del Inca
Aunque son menos de 400 kilómetros los que las separan, no hay apenas similitudes entre la urbanita Chengdu, capital de Sichuan, y Kangding, la principal ciudad de Ganzi.
Kangding Love Song
Comunicadas por tierra (al menos ocho horas por una carretera a veces tortuosa) y aire, el clima moderado de la primera da paso a uno monzónico en la segunda, ubicada en las laderas de las montañas “Da Xue”, en la confluencia de los ríos Zhepuo y Yala y a 2.600 metros sobre el nivel del mar.
Cerca de la ciudad, el Minya Konka, la montaña de más altura del territorio chino después de la parte del Himalaya en la Región Autónoma del Tíbet, luce su imponente cima nevada a 7.500 metros de altura los doce meses del año.
Son las primeras señales de que Kangding es diferente de los paisajes más habituales de China, uno de los países más áridos del planeta. Se trata además de una de las dos prefecturas de Sichuan, junto a Aba, donde hay mayoría de población tibetana. Situación que solo se repite en zonas determinadas de otras dos provincias chinas, Qinghai y Gansu, por las que se extiende la meseta tibetana.
La vida en Kangding
La vida en Kangding es pausada, mecida por el sonido de la corriente del río Zhepuo, que desciende por la avenida principal y divide en dos la ciudad, marcando la ruta de los viandantes.
En sus plazas los vecinos se congregan para practicar tai-chi o charlar animadamente, y tan frecuente es cruzarse con un monje ataviado con la clásica túnica tibetana como hacerlo con jóvenes vestidos y peinados a la última.
En el centro hay una mezquita a la que acude su pequeña proporción de población hui, predominantemente musulmana, y cerca de ella, en la ladera de la montaña, se erigen un par de monasterios budistas.
Todo en una ciudad que ganó popularidad por su “Kangding Love Song”, una de las canciones de folclore más famosas de China. Compuesta en la década de 1930 por un músico local y basada en su propia historia de amor.
Su título se repite hasta la saciedad entre los nombres de hoteles y comercios de la urbe como reclamo turístico, mientras su pegadiza melodía, entonada por vecinos para agasajar a los recién llegados o emitida por las emisoras locales, reverbera en el Zhepuo.
El pueblo de Tagong
Subiendo una empinada carretera durante un par de horas se llega al pequeño pueblo de Tagong, ya a 3.700 metros y donde el mal de altura puede ser intenso. A pesar de que apenas tiene varios cientos de habitantes, Tagong es un importante núcleo budista en toda la región, ya que alberga dos importantes monasterios, además de un convento y una escuela también atendida por religiosos.
En una zona donde los servicios sociales son escasos, los monasterios se ocupan de los huérfanos y tienen un papel muy importante en la educación.
Población tibetana
A esta altura, el paisaje es descarnado pero hermoso: suelo rocoso con enormes picos nevados en la cercanía. Apenas hay vegetación, y la que hay basta para alimentar a los numerosos rebaños de yaks que vagan a sus anchas.
Pequeños altares budistas aparecen en cualquier lugar del campo, mientras que miles de banderolas multicolores con oraciones ondean en las laderas de las montañas, dando al adusto paisaje una decoración característica.
Su población también es mayoritariamente tibetana, aunque algunos chinos de etnia han se ocupan de tiendas y comercios.
Las viviendas, amplias y construidas con piedra y madera, están decoradas con profusión de pintura de colores vivos y motivos geométricos y, en calles y carreteras, pequeños tractores arrastran remolques con enormes montones de ramas de arbustos, combustible para chimeneas y estufas, igual que las obleas de excremento de yak, amasadas a mano y puestas a secar al sol.