La princesa del Volcán Tacaná, pureza cerca del cielo

En el cráter del Soconusco, o Volcán Tacaná, arriba del bosque espeso, de las nubes, donde no hay competencia ni arrogancia, alejado del bullicio del pueblo, vive una Princesa instalada junto a niños que corretean las lagartijas espinosas.

Por: Jeinner Alejandro López

La princesa noble está lista esperando a los montañistas, pues la temporada de montaña llegó.

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Soporta el frío de diciembre y enero, a más de 4 mil msnm, con tal de vender bebidas calientes y alquilar ponchos a los visitantes. Como el frío intenso, nos acercamos para comprar bebida caliente y a conocer sobre ella.

Entrevista a la Princesa del volcán

Jeinner: ¿Cómo se llama usted?
Princesa: Me dicen la Güerita del Volcán.

J: ¿Le gusta estar acá con el frío?
P: ¿Y para dónde pues? la necesidad me obliga estar en el frío y dormir con los animales. A veces vienen coyotes, pero ya nos acostumbramos y ellos tienen que salir huyendo.

Al hablarle veía las mejillas de los niños, rojas como manzanitas por la altura; olvidan el frío saltando en las rocas, jugando fútbol, y correteando para ayudar a doña Güerita, que nos dejó entrar a su cocina, rodeando el fogón que devoraba la leña, y entonces continuó una amena plática.

J: Quiero dos bebidas calientes, supliqué -Ella, loca de felicidad, preparaba con afán las bebidas como si hubiese cien personas
esperando-.¡Doña Güerita no llevo prisa! repliqué -Aún así, corrió a los niños y preparó las bebidas al instante-.
P: No creas que el agua que utilizo es de las lagunas de México, El agua la sube mi burro a 4 horas de camino. ¿De dónde vienes?

J: Vengo de Jutiapa, y mi compañero de Jalapa.
P: ¡Huy, Dios Santo, donde hacen matazón y todos cargan machete! -todos carcajeamos-. Pensé que venías de Tapachula.

Jeinner junto a los niños en el Volcán. (Foto: JL)

Esfuerzo en las alturas

Al entrar en confianza, comentó detalles de su vida, sobre su esfuerzo para subsistir, de los peligros que representa la montaña y enfrentarlos por la oportunidad de ganarse unos billetitos. Con gran inteligencia, a pesar de sus pocas letras, la numeración no le falla cuando con la luz de la hoguera se ilumina para cobrar sus ventas en pesos mexicanos o quetzales.

Nos causó asombro y admiración el esfuerzo que personas como ella hacen, sacrificándose en muchos aspectos, de día y noche, para subsistir sin libertad económica.

J: Doña Güerita, me asombra lo que hace. Si me lo permite, la felicito -Se sonrojó, sonrió nerviosamente, se acomodó el fleco de su cabello entre las orejas. Entonces me acerqué y le di un abrazo-.

J: Quisiera un recuerdo con usted, y su permiso para publicar su foto. Valoro muchísimo lo que hace. Quiero invitar a otros montañistas para contribuir con su venta y que tengan el placer de conocerla.

P: -Se sonrojó otra vez, y al estrechar sus manos crujía sus dedos-. ¡Ay no! ¿Cómo cree? ¡Pero mire como ando, mal arreglada, llena de tizne y sucia!

J: ¡No se preocupe, eso no es verdad! Se mira muy linda.

Ella corrió al recipiente de agua, lavó el tizne de sus manos, y otra vez se acomodó el fleco y sonrió tímidamente frente a la cámara, su lenguaje corporal decía ahora si ya me puse bella y en efecto lo estaba.

Entonces me dolió el alma. Comprendí que aunque estaba en las alturas, luchaba por sobrevivir en su vida sufrida ¿Quién sabe cuánto? Y aunque nunca usó zapatillas de cristal, presuma sus atuendos como un vestido o joyas ostentosas y quizá jamás, jamás sea tomada para cargos públicos o suntuosas reuniones de la sociedad, doña Güerita será por siempre una princesa.

La princesa del bosque. No viste lo habitual, pero tiene sentimientos puros, goza profundamente, anhela ardientemente.
-Ella Nació Princesa- Al terminar de posar frente a cámara me dijo: “Tienes la autorización de publicar la foto para que me hagas famosa”.

Al caer la noche, las tinieblas cubrieron el bosque. Entonces nos despedimos con un hasta pronto. Descendimos con los corazones dolidos por dejarla en la densa noche, entre pinos, nubes y aullidos de coyotes envidiando la belleza de la luna llena.

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