Las Huellas del Niño de la Parroquia

Por aquellos días se contaba que, por la Parroquia, en la salida para Chinau- tla, todos los viernes a las doce de la noche pasaba un niño llorando. Queriendo vencer nuestra curiosidad, un viernes mi hermano y yo nos quedamos velando en la ventana de la casa. Cuando el reloj de La Candelaria dio las doce, oímos a lo lejos un gemido de niño, tan triste y tan sólo que nos paró los pelos, y ya no pudimos abrir la ventana de lo asustado que estábamos; pasó el llanto del niño cerca de donde estábamos nosotros, y luego se fue perdiendo en la lejanía.

Al otro día muy temprano salimos a la puerta, y vimos en la banqueta una hilera de gotas de sangre que el día anterior no estaban; entonces decidimos seguirla, y lo hicimos por más de un kilómetro, pero no pudimos dar dónde terminaban pues se internaban en el campo: el domingo ya no estaban las gotas de sangre; el viernes siguiente volvimos a oír el llanto, pero ya no quisimos probar volver a salir; el sábado aparecieron otra vez las gotas de sangre (yo ya no vivo por allá, pero mis amigos me cuentan que aún hoy día se oye a veces el llanto de aquel Niño Santo). Dicen que es el Niño Santo de la Parroquia que se sale de la iglesia a bendecir las calles y callejones del barrio los Viernes de Cuaresma.

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