Santo Hermano Pedro: La vida de un pastor de ovejas que alcanzó la santidad

Su humildad, fe y preocupación por el prójimo hacen de Pedro de San José de Betancur el santo de todos los guatemaltecos.


El 25 de abril de 1667 fallecía en la ciudad de Santiago de Guatemala, hoy La Antigua Guatemala, Pedro de San José de Betancur, un hombre venido de España y quien en un breve lapso de tiempo dejó una huella de espiritualidad y tradición en el país.

¿Quién es Pedro de Betancur?

Pedro de San José de Betancur, conocido cariñosamente como “Hermano Pedro”, nació el 21 de marzo de 1626, en la población de Vilaflor, Islas Canarias, España; en el seno de una familia campesina sumamente piadosa. Durante su niñez fue pastor de ovejas, dedicándose en sus ratos libres a la oración y meditación. Siendo muy joven se embarcó hacía América, llegando primeramente a Cuba en 1649 y de allí al puerto de Trujillo en Honduras, donde escuchó hablar de Guatemala, llegando a decir lo siguiente:

“A esa ciudad quiero ir, porque con interior júbilo y superior fuerza me siento animado a caminar a ella, luego que he oído nombrarla, siendo así que ésta es la primera vez que oigo su nombre”.

Arribó a Guatemala en febrero de 1651, y cuentan las tradiciones orales que ese día tembló. Recién llegado al país enfermó, teniendo que ser recluido en uno de los pocos hospitales que había en Santiago de Guatemala. Estando allí se dio cuenta del estado deplorable al que se enfrentaban los enfermos y convalecientes, lo cual lo inspiraría en un futuro a establecer una casa de asistencia.

Quiso ser sacerdote, pero no era diestro en el latín, por lo que desconsolado, decide regresar a España.Sin embargo, al rezar en la iglesia del antiguo pueblo de Petapa se cuenta que la Virgen María le habló motivándolo a regresar, ya que en Santiago de Guatemala estaba su destino. Ya de nuevo en la metrópoli, ingresa a la tercera orden de San Francisco, dedicándose al cuidado del templo de El Calvario.

Fue muy devoto al Nacimiento, Pasión y Muerte de Jesucristo, así como también a la Inmaculada Concepción de la Virgen María.  A él se le atribuye haber traído al país la costumbre de realizar los nacimientos para la época navideña; así como las posadas e inclusive las alfombras de aserrín que se colocan para la época de Semana Santa.

Estableció una escuela de primeras letras, a donde acudían niños y adultos, especialmente mestizos e indígenas. Siempre tuvo simpatía hacía los sectores más despreciados de la sociedad de su tiempo, entre ellos los enfermos, niños y mujeres abandonadas. En un terreno donado por una mujer a la cual el Hermano Pedro ayudó, fundó el hospital de Nuestra Señora de Belén, que con el tiempo se constituiría en la sede de orden betlemita, dedicada a la asistencia social.
La piedad y la tradición popular cuentan que todas las noches salía en compañía de una campana a recorrer la ciudad, implorando la caridad del pueblo para cubrir los gastos de sus obras sociales. Es famosa la jaculatoria con que ha pasado a la eternidad:

“¡Acordaos hermanos, que un alma tenemos, y si la perdemos, no la recobramos!”.

Durante su estadía en el país, no hizo distinción entre ricos y pobres, hombres o mujeres, niños o ancianos, españoles o indígenas.

Falleció el 26 de abril de 1667 a los 41 años de edad. Fue sepultado en la sacristía de la iglesia de San Francisco, siendo sus restos varias veces trasladados de lugar, desde 1990 descansan en la capilla de la Vera Cruz de dicho recinto. Ya en vida se le consideraba un santo. Sin embargo, hubo de esperar más de tres siglos para que la Iglesia católica lo canonizara, evento que tuvo lugar el 30 de julio de 2002, en el Hipódromo del Sur, de la ciudad de Guatemala.

El Hermano Pedro en la actualidad

En el presente sus devotos se encuentran entre todos los grupos sociales y comunidades lingüísticas. Son muchos los que aseguran haber recibido un milagro por la intercesión del Santo Hermano Pedro. También tiene fieles fuera de las fronteras nacionales, entre ellos de El Salvador y México. No posee un patronazgo en específico ya que se le pide por todo, ya sea una enfermedad del cuerpo o del alma, por situaciones económicas, labores o de protección. Se cuenta que en vida plantó en el huerto del templo de El Calvario, un árbol de esquisúchil, conocido popularmente como “el árbol del Hermano Pedro”, cuyas flores aseguran tienen propiedades medicinales una vez que se consuman en infusiones. Es por ello que es común observar a los fieles en los alrededores de dicho árbol, así como en otro que se encuentra en el templo de San Francisco, a la espera que caigan las flores, ya que las mismas para que tengan el efecto deseado no deben ser cortadas.

Su tumba ubicada en el templo de San Francisco El Grande, en La Antigua Guatemala, es visitada todos los días del año, y en un lugar cercano al recinto se colocan las candelas, veladoras y otros objetos de culto, en señal de petición o de agradecimiento. También es usual que se ofrezcan figuras de cera en forma de alguna parte del cuerpo, ya sean manos, pies o corazones entre otros, que hacen referencia a la parte que sufre alguna enfermedad. Existe además un museo dedicado a su memoria, donde se pueden observan plaquetas de agradecimiento, fotografías de personas que han recibido algún milagro; así como muletas y prótesis entre otras, que son testigos de los prodigios que por su intercesión han obtenido sus devotos, desde hace más de tres siglos.

Desde hace varios años, el domingo cercano al 25 de abril, día en que se recuerda al Santo Hermano Pedro, se organiza una procesión festiva que sale del templo de San Francisco el Grande, poniendo de manifiesto con ello la fe y devoción hacía el Santo de Guatemala.

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  1. Juan Zapata says:

    Qué bonita historia. Será un motivo más para ir y conocer Guatemala.

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