Semana Santa en Iztapalapa
La religión puede ser considerada un enrevesado sistema de doctrinas cuya influencia es la carta de presentación de cada país. Por ello, conocer los diferentes credos que se profesan en una nación permiten comprender mejor su situación sociocultural.
En México la población sigue practicando predominantemente la religión católica, también compartida con nuevas creencias que se han abierto paso a lo largo de los años. Al igual que en otros países, los católicos del país mexicano durante estas fechas de Semana Santa celebran con imágenes propias la resurrección de Jesucristo y las celebraciones de Pascua.
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Los actos de fe tienen peculiaridades propias en México a la hora de representar la pasión y muerte de Cristo en Iztapalapa, una de las 16 divisiones municipales de la Ciudad de México. Es esta una de las más provocativas e inusuales manifestaciones de fe que se pueden ver en todo el continente.
Actores de 8 barrios
Considerado Patrimonio Cultural e Intangible de la Ciudad de México, este evento se realiza desde 1843, al cual asiste cada año una media de tres millones de personas que, literalmente, invaden sus callejuelas.
El presidente del comité organizador de la Semana Santa en Iztapalapa, Roberto Guillén, se responsabiliza de “gestionar todos los apoyos del Gobierno, supervisar todas las comisiones involucradas, llevar la dirección escénica, así como guiar todas las iniciativas enfocadas a mantener viva la tradición”, según comenta.
Para la representación del viacrucis viviente, también conocido como Pasión de Iztapalapa, consolidada como una de las más importantes del país y más antiguas de la Ciudad de México, participan actores de los ocho barrios que forman el centro de esta delegación, siempre movidos, fundamentalmente, por su fe.
“La prioridad es que todo se lleve a cabo tal y como se planeó y las novedades son algunos parlamentos de nueva creación y algunas modificaciones, entre ellas el cambio de ubicación de los escenarios principales y la logística de organización”, añade Roberto Guillén.
Es tan importante su escenificación que la elección de sus participantes se hace con sumo cuidado, no cualquiera puede colaborar ni representar a Cristo. “Nuestro orgullo es el representarla dignamente y que el pueblo vea el esfuerzo que hacemos todos por mantenerla viva y vigente”.
El derecho por ser de “los 8 barrios”
Se necesita ser nativo de alguno de los ocho barrios de la zona como requisito indispensable para participar en la Semana Santa de Iztapalapa, además de tener una conducta moral impecable.
Asimismo, la condición física debe ser buena también, ya que el esfuerzo es grande. Y, entre otras cualidades o circunstancias personales curiosas para participar en este evento está el no tener en el cuerpo tatuajes y ser poseedor de una voz clara.
A veces el mismo actor representa su papel durante la Semana Santa por varios años. “Más que nada es la suma de voluntades, esfuerzo y un firme y serio compromiso hacia la representación”, dice Guillén.
Leyenda del Señor de la Cuevita
“En sus orígenes esta representación del viacrucis se realizaba para recordar el milagro de la desaparición de la epidemia de cólera morbus en 1843”, recuerda Guillén. “El mantener el misticismo inicial de esta tradición es la esencia de esta representación”, matiza el experto.
Cuenta la tradición que los señores de Etla, en Oaxaca, llevaron una imagen hacia México capital para su restauración, pero antes de llegar a la capital tuvieron que pernoctar en una de las cuevas del cerro de la Estrella, que pillaba de camino.
Al día siguiente, cuando iban a reanudar la marcha, observaron que la imagen había aumentado notablemente de peso durante la noche haciendo imposible cargarla, lo que interpretaron como una señal de que quería permanecer allí.
Los nativos de Iztapalapa adoptaron la figura como propia y levantaron una modesta ermita a la entrada de la cueva.
Milagro de “el Señor de la Cuevita”
Cuando la epidemia de cólera estaba en su máxima dimensión, concretamente el 3 de mayo de 1833, se apareció el Señor de la Cuevita y la plaga mortal se terminó. En agradecimiento del supuesto milagro, los moradores decidieron realizar una procesión en la festividad de la Santa Cruz y realizar la pasión de Cristo durante Semana Santa. Comenzando unos años después las representaciones.
Durante la puesta en escena en la Pascua, la imagen del Cristo es acompañada por penitentes o promeseros. Las mujeres, vestidas de blanco y con velo, solo pueden ser promeseras de niñas. Los varones, conocidos como nazarenos, van ataviados con una túnica de terciopelo morado, una corona de espinas, y siguen la procesión descalzos, cargando una cruz que apoyan sobre su hombro con un cojín blanco bordado de flores.
Los acompaña un padrino, quien les ayuda cuando no puedan seguir cargándola.
El Viernes Santo, con la crucifixión de Cristo, concluye la procesión. Según su tradición, una vez que el intérprete de Cristo es crucificado, si no llueve, es porque algo no fue del agrado de Dios.