Belén: La cuna del cristianismo
Belén, la ciudad que vio nacer a Jesús hace más de 2.000 años, conserva hoy entre sus pequeñas y apacibles callejuelas un sinfín de lugares santos del cristianismo que se engalanan para la llegada de la Navidad.
Guirnaldas, luces y carteles en las calles recuerdan al peregrino y a la minoría cristiana local la cercanía de una fiesta que, a diferencia de otras partes del mundo cristiano, aquí se vive con devoción y sencillez.
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“En Belén están las raíces de nuestra fe. Todo empezó aquí. Sin la encarnación de Dios en el hombre, nuestra fe no tendría sentido”, subraya el peregrino madrileño Jesús Guijarro.
Y es que el nacimiento de Jesús en un humilde pesebre está omnipresente en Belén, desde los pequeños artesanos que tallan cruces, belenes y rosarios en madera de olivo hasta el punto neurálgico de la ciudad, la Plaza del Pesebre.
Basílica de la Natividad
En esta amplia explanada cuadrangular se alza frente al Ayuntamiento y la mezquita de Omar la famosa Basílica de la Natividad, la iglesia en uso más antigua del mundo.
Su única entrada abierta, un rústico vano en piedra de apenas un metro de altura, subraya la sobriedad de esta basílica, construida en el siglo VI sobre la pequeña iglesia que había levantado doscientos años antes la reina Helena, madre de Constantino “El Grande”, el emperador romano que legalizó el cristianismo.
No siempre fue así. La modesta entrada fue en su día grandiosa; pero, primero los cruzados y después los otomanos, la rebajaron para evitar la entrada de jinetes en el recinto sagrado.
La Basílica es, pues, un conjunto de ampliaciones y restauraciones efectuadas por los múltiples pobladores y conquistadores que han pasado por Tierra Santa a lo largo de los siglos.
Tras atravesar su oscura nave central con restos de mosaicos en el suelo, se desciende por una tosca escalera medieval a la pequeña gruta donde, según la tradición cristiana, María dio a luz a Jesús, al no encontrar una posada para descansar de su travesía desde Nazaret.
Una estrella plateada en el suelo, en la que se lee en latín “Aquí es donde Jesucristo nació de la Virgen María”, rodeada de lámparas de aceite, marca el lugar exacto del nacimiento, mientras que una pequeña capilla adyacente recuerda donde el Niño Jesús fue depositado.
Santa Catalina
Junto a la pared norte de la Basílica está la iglesia franciscana de Santa Catalina, lugar de celebración cada 24 de diciembre de la famosa Misa del Gallo tras la procesión del patriarca latino de Jerusalén, máxima autoridad eclesiástica en la zona.
En claro contraste con la Basílica, la iglesia es bastante moderna: fue construida en 1881 sobre los restos de edificios cruzados.
Este blanco templo, punto de partida de una diaria procesión de franciscanos, alberga una pequeña imagen del niño Jesús tallada por artesanos españoles en el año 1925 con la que el patriarca rememora el nacimiento en Nochebuena.
Una estrecha calle flanqueada por pequeñas tiendas de recuerdos y talleres de artesanía lleva desde la Plaza del Pesebre hasta otro de los principales lugares santos en Belén: la Gruta de la Leche.
Regreso a la maternidad
Se trata de un pequeño santuario con techos y paredes de un blanco inmaculado (fruto de una reciente restauración), levantado en 1872 en una cueva que (según la leyenda) se tiñó de ese color cuando la Virgen María derramó una gota de leche mientras amamantaba a su hijo.
“Estar aquí es regresar a la maternidad de María, a los momentos más tiernos de la Virgen con el Niño”, explica la Superiora María de Jesús, originaria de Sevilla.
Así, centenares de mujeres (cristianas y musulmanas) acuden cada año a este modesto santuario convertido en capilla para pedir la intervención de la Virgen para engendrar o tener abundante leche para sus pequeños.
Lo atestiguan las decenas de cartas de mujeres agradeciendo este “milagro” expuestas en las paredes de una pequeña sala. “Ninguna podía tener hijos hasta que comenzaron a rezar para ello”, explica el padre franciscano estadounidense Lawrence.
Gruta de la leche
En el pasado, parejas con dificultades para engendrar recogían restos de piedra de la gruta para colocarlos debajo del colchón, mientras que mujeres con hijos la molían y mezclaban con la leche que bebían durante la lactancia.
Además de este episodio (que no está mencionado en la Biblia, sino en un texto del proto-evangelio apócrifo de Santiago), la Gruta de la Leche fue también el lugar donde la Sagrada Familia halló refugio durante la matanza de los Santos Inocentes a manos de los soldados del rey Herodes.
La zona menos turística de la ciudad también alberga algunas pequeñas gemas que reflejan la diversidad del cristianismo en Tierra Santa.
En la animada calle Pablo VI, confundidas con el ruido del zoco, se encuentran las iglesias de la Navidad (el primer edificio protestante de peso) y de la Virgen, construida en 1955 como hogar espiritual de la comunidad siria ortodoxa.
Conventos e iglesias de todo tipo (coptas, armenias, ortodoxas griegas, católicas, anglicanas y luteranas) jalonan asimismo el camino hacia la moderna y multicultural universidad americana.
Campo de los pastores
A las afueras de Belén se halla otra de las “paradas obligadas” del peregrino: el Campo de los Pastores, donde en la noche del nacimiento de Jesús “se les presentó un ángel del Señor, la Gloria del Señor los rodeó de esplendor y tuvieron gran temor”, según relata Lucas en su evangelio.
Son, todos ellos, atractivos para los entre los cientos de miles de turistas, en su mayoría peregrinos, que visitarán Belén este mes con motivo de las Navidades. Una bendición para esta ciudad cargada de historia y pieza central del mensaje de paz que Jesús quiso dar al mundo.