La fundación de la ciudad de Santiago de Guatemala
Santiago era hermano de San Juan Evangelista. Después de presenciar la pesca milagrosa y oír que Jesús les decía: “Desde ahora seréis pescadores de hombres”, dejó sus redes de pesca y se fue con Jesucristo a colaborar en su apostolado. Presenció todos los milagros de Cristo. Con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la transfiguración del Señor y en su oración el Huerto de Getsemaní.
Después de la Ascensión de Jesús a los cielos, Santiago se distinguió como una de las principales figuras de los 12 apóstoles. Era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del redentor, lo cual le valió el sobrenombre de “Hijo del Trueno”. Por esta razón a Santiago se le representa como un apóstol, con una biblia en su mano difundiendo la palabra de Dios.
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Antiguas tradiciones cuentan que Santiago alcanzó a ir hasta España a evangelizarla; lo cual logró gracias a las grandes fuerzas que tomó después de que la Santísima Virgen se le apareció para reconfortarlo en su difícil tarea. Le dejó como recuerdo un pilar en el lugar donde más tarde, en honor de este suceso, se erigió la hermosa Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, España.
La tumba de Santiago
Santiago fue el primero en derramar su sangre por proclamar la fe en Jesucristo, decapitado por el rey Herodes Agripa que persiguió a los primeros cristianos. Los muchos seguidores de Santiago transportaron su cuerpo a Galicia, España y secretamente lo sepultaron. En el siglo VII fue descubierta la tumba, en el campo iluminado por la estrella -Campus Stellae- lo que originó el nombre “Santiago de Compostela”; donde en el siglo IX se construyó una iglesia modesta, pero joya del arte románico, sobre la cual, en el siglo XVIII, en la plenitud del ultrabarroco, se edificó la magna basílica que hoy existe.
Santiago de Compostela
El Papa León XIII, en 1884, calificó de auténticas las reliquias que se encuentran en Santiago de Compostela. Lugar que desde entonces es imán de devotas peregrinaciones; razón por la cual, a Santiago también se le representa como un peregrino, con sombrero, cayado y tecomate, esclavina sobre la cual cuelgan dos veneras que son conchas que se encuentran en Galicia y que son usadas por los peregrinos para beber agua.
Cuando la Península Ibérica fue dominada por los moros, Galicia fue la excepción. Esto a causa de la influencia religiosa ejercida por el Santo Apóstol; por lo que Santiago se convirtió en Patrono de España y de su caballería. Esto principalmente cuando en el siglo XV, para la reconquista española, los reyes católicos se unieron para expulsar a los árabes y las huestes cristianas tuvieron una sagrada visión: Santiago montado en su caballo blanco, con una espada en una mano y la bandera del cristianismo en la otra, arremetiendo contra los paganos; suceso milagroso que, según la leyenda, volvió a ocurrir en el valle de Panchoy, durante el encuentro de razas, religiones y costumbres en la época de la conquista del nuevo mundo. Por esta razón a Santiago también se le representa cabalgando. Al respecto Bernal Díaz del Castillo apunta: “todos dicen que Santiago se apareció, pero talvez yo soy muy pecador, porque yo no lo ví”.
Fundación de la ciudad de Santiago de Guatemala
En Iximché, el 25 de julio de 1524, Día del Santo Apóstol Santiago, se fundó la Ciudad de Santiago de Guatemala. El 22 de noviembre de 1527, la ciudad se trasladó al valle de Almolonga, se juró por Patrón de la misma al Apóstol Santiago y el 28 de julio de 1532 por real cédula del Rey de España se ordenó que en la parte alta del escudo de armas de la ciudad se pusiera la imagen de Santiago volando entre el volcán de fuego y el de agua, con veneras (conchas), que se convirtieron en símbolos y que son colocadas alrededor del blasón.
En el traslado al valle de Panchoy, en 1543, la ciudad mantuvo su nombre y el 10 de marzo de 1556, el Rey Felipe II la condecoró con el título de “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de Guatemala”, hasta que en 1776, con el asentamiento de la ciudad en el valle de la Ermita o de la Virgen, el Rey Carlos III nombró a la capital del Reino “Nueva Guatemala de la Asunción”.
Orden religiosa y militar
En el siglo XII, en España, surgió la Orden religiosa y militar de Santiago cuyo objetivo inicial era proteger a los peregrinos del camino a Compostela y hacer retroceder a los musulmanes de la península Ibérica. Entre algunos de sus integrantes puede nombrarse a los pintores el Greco y Velásquez, o al Capitán General Don Pedro de Alvarado, en cuyo retrato del ayuntamiento de la Antigua Guatemala puede apreciarse la cruz roja que porta en su pecho, emblema de los Caballeros de Santiago, cruz latina de gules simulando una espada, con forma de flor de lis en la empuñadura y en los brazos.
Los españoles también fundaron la ciudad de Santiago de Esquipulas, en el oriente de Guatemala. Esto como un lugar de peregrinaciones ante la imposibilidad de ir a Santiago de Compostela; hasta que los portentosos prodigios de la milagrosa imagen del Cristo Negro cambiaron el rumbo de las peregrinaciones.
El nombre proviene de dos palabras Sant Iacob, porque su nombre en hebreo era Jacob. Los españoles en sus batallas gritaban “Saint Iacob, ayúdanos” y de tanto repetir estas dos palabras, las unieron formando una sola: Santiago.
Año Santo Jacobeo
Cada vez que el 25 de julio es domingo, se considera Año Santo Jacobeo, es decir, un año dedicado a Santiago. En el siglo XII, el Papa Alejandro III concedió indulgencia plenaria a quienes crucen la Puerta Santa de la Catedral de Santiago de Compostela. Y en 1551, el Papa Paulo III concedió al Obispo Francisco Marroquín, el privilegio de celebrar en Santiago de Guatemala, Año Santo con todos los privilegios y gracias que tiene la Catedral Compostelana. Sin embargo, ya en 1808, Domingo Juárroz, decía “No se ve en los fieles –ni en las autoridades eclesiásticas- el anhelo que corresponde por participar de este inmenso tesoro”.
No obstante, desde el 22 de octubre de 1858 la Catedral de Guatemala guarda unas reliquias del Apóstol enviadas por el Padre Jesuita P. Tenón, autenticadas por el Cardenal Constantino Patrizi, el 1 de febrero de 1842.