La leyenda de AJ POP O’ BATZ’

Cuenta la leyenda que en la época de la conquista hubo mucha guerra, los enfrentamientos llevaron a tomar medidas de sacrificio y aunque la armadura de los españoles era muchas veces más fuerte que las armas de los nativos, nunca hubo razón para no enfrentarlos y admitir su rendición. Sin embargo, en las Verapaces los frailes dominicos

encabezados por Fray Bartolomé de las Casas querían llegar a los pueblos nativos sin violencia, a través de la palabra de Cristo, en ese entonces el líder o cabeza del pueblo Q’eqchi’ sabía que tarde o temprano su pueblo iba a ser sometido y para no provocar más muertes tomó la decisión de conocer la propuesta de los dominicos. 

Aj Pop O’ Batz’ o Juan Matalbatz fue el cacique que de forma diplomática buscó negociar, su propuesta de rendición estaba condicionada “solo si su conquistador era más poderoso”. Él pidió ir a conocer al que llamaban Rey, al que había dado la orden de conquista en estas tierras, y solo si era más poderoso que todo lo que él conocía, entonces aceptaría su rendición junto con la de su pueblo. La guerra se detuvo y en su viaje a través del mar quizá no imaginó que se aceptara su trato, tenía la duda de poder morir a manos de los marineros, pero con el tiempo ya lograba ver que se acercaban a las tierras españolas. 

Llegando a España vio una gran diferencia de cultura, notó que nunca había conocido una tierra como esa, su gente, sus costumbres, sus vestimentas, sus edificaciones,

reconoció que era una civilización diferente y superior. No sabemos si de todas maneras quería rendirse, entonces fue presentado ante el Rey Carlos I (de España) / Carlos V (Alemania). Tras la negociación y el acuerdo de sumisión, el Emperador Carlos V de alguna manera no quiso deshonrar el gran valor de Aj Pop O’ Batz’, viajar a través del Océano Atlántico solo para entregar su voluntad. Fue por ello que el Rey/Emperador lo nombró El Gobernador de las Américas. Después de su nombramiento, el Emperador Carlos V le hizo entrega a Aj Pop O´ Batz´ de dos hermosas campanas para colocarlas en la Iglesia Católica de ahora San Juan Chamelco. 

Una vez que regresó a Guatemala sin ayuda de caballos ni hombres, tomó las campanas y caminó durante horas para volver a su hogar. Sin embargo, en su regreso se percató que había sido contagiado de fiebre y para no enfermar a su pueblo, se refugió en una cueva, donde murió. 

Hoy en día solo los abuelos de la comunidad Q’eqchi’ conocen y guardan en secreto el lugar en donde están escondidas las campanas.

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