POMPEYA: caminando entre las cenizas de su historia
Cruzar las puertas de Pompeya significa retroceder casi 2.000 años en el tiempo. Esta urbe del sur de Italia, situada a los pies del Monte Vesubio, conserva sus calles, casas, tabernas, templos y demás edificios, tal y como sus habitantes y la furia del volcán los dejaron en el siglo I. La que un día fue una próspera ciudad portuaria (aunque hoy el mar queda a varios kilómetros de allí) se ha convertido en el yacimiento arqueológico más importante de cuantos perduran de la civilización romana.
En Pompeya conviven a diario turistas y arqueólogos. El trabajo de estos últimos sigue sacando a la luz imponentes edificios, impresionantes pinturas y datos reveladores sobre la historia de la ciudad y su funesto final.
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La erupción del Vesubio
Uno de los últimos descubrimientos es una inscripción que pone en duda la fecha en la que se creía que había ocurrido la erupción del Vesubio que sepultó la ciudad.
Dicha inscripción está realizada con carbón sobre la pared de una de las habitaciones de una casa recientemente desenterrada que estaba siendo reformada en el momento de la erupción.
La inscripción tiene la fecha del decimosexto día antes de las calendas de noviembre, lo que correspondería al 17 de octubre. Puesto que esta escritura, hecha con un material deleble como es el carbón, no podría haber durado mucho tiempo, los expertos que trabajan en Pompeya consideran que es muy probable que date el 17 de octubre del año 79 d.C., una semana antes de la gran catástrofe, que según esta hipótesis tuvo lugar el 24 de octubre del año 79 d.C y no el 24 de agosto de ese año como se creyó durante mucho tiempo.
No obstante, antes de que se produjera este descubrimiento, los arqueólogos ya habían puesto en tela de juicio la fecha de la erupción.
Indicios que llevan a la nueva fecha
“Hay artículos escritos por investigadores y publicados hace más de cinco años que muestran varios indicios en este sentido. Por ejemplo, los ropajes que llevaban las víctimas eran de abrigo, no de verano. Además, los bodegones que estaban siendo pintados en aquel momento representaban frutas de otoño. Incluso, había aparecido alguna moneda acuñada después de agosto de ese año”, detalla Llorenç Alapont, profesor de la Universidad Europea de Valencia (España) y especialista en arqueología funeraria.
Este especialista investiga en las necrópolis de Pompeya dentro de un proyecto conjunto con el parque arqueológico de Pompeya, coordinado por su director Massimo Osanna, con Luana Toniolo como referente científico.
El arqueólogo explica que se pensaba que la erupción ocurrió el 24 de agosto debido a los datos que dejó Plinio el Joven, en una carta en la que cuenta la historia del fallecimiento de Plinio el Viejo, su tío.
“No tenemos el documento original escrito por Plinio el Joven. Lo que nos ha llegado son copias que, a su vez, son copias de otros documentos que son reproducciones del original. Parece ser que la persona que estaba haciendo la transcripción erró al poner el mes pero eso no quiere decir que se equivocara en el día ni, sobre todo, en el año, que está confirmado por otras fuentes”, aclara.
Arqueología y turismo
La gran erupción del Vesubio sepultó Pompeya bajo una gran capa de material volcánico, que la conservó durante cientos de años, tal y como era en el siglo I. Las excavaciones comenzaron en 1748 y, ya entonces, la antigua ciudad romana llamó la atención de viajeros de distintos países. Hoy, el yacimiento arqueológico es una de las principales atracciones turísticas de Italia.
Recorrer las calles de Pompeya es como pasear por el pasado. Allí se alzan, desafiantes al paso del tiempo, impresionantes edificios como el anfiteatro, el gimnasio grande, las termas, el templo de Isis o el de Apolo.
También se conservan tabernas, panaderías, lavanderías y el lupanar de la ciudad, con sus camas de piedra y sus escenas eróticas pintadas en las paredes.
Asimismo, se pueden visitar varias domus (las casas de los ciudadanos más acomodados). Una de las más famosas es la casa del fauno, que recibe su nombre de una pequeña estatua de un fauno danzando que adornaba el impluvium (un estanque rectangular de poca profundidad que servía para recoger el agua de lluvia).
En esta casa también se encontró un mosaico que narra la batalla de Issos entre Alejandro Magno y el rey persa Darío. El mosaico que se encuentra actualmente en la casa del fauno es una réplica, pues el original se expone en el Museo Arqueológico de Nápoles.
Otra de las viviendas más impresionantes de Pompeya es la denominada villa de los misterios, una casa de campo que se encuentra a las afueras de la ciudad. Sus paredes están decoradas con unos espectaculares frescos magníficamente conservados.
Pero, sin duda, cualquier viajero que se adentre en Pompeya debe detenerse a contemplar el foro, centro de la vida civil, religiosa y comercial de esta urbe romana. Lo presiden los restos de lo que un día fue el templo de Júpiter. En algunos de los edificios del foro se pueden contemplar los calcos de varias de las víctimas de la erupción realizados con yeso.
Calcos y nuevas investigaciones
El arqueólogo Llorenç Alapont explica cómo se hicieron estas copias de los pompeyanos. “Las personas, los animales y las plantas quedaron cubiertos de ceniza. Con la lluvia, el fango y la ceniza se creó una especie de arcilla que se endureció con el calor de la lava que la cubrió posteriormente. Una vez que la materia orgánica se descompuso, quedó en este material un espacio vacío con la forma de los seres que estuvieron allí sepultados”, expone.
En el siglo XIX, a Giuseppe Fiorelli, que entonces era director de las excavaciones, “se le ocurrió la idea genial de rellenar ese espacio vacío con yeso. Después fue retirando la arcilla que cubría el yeso y así obtuvo un negativo de la imagen de la persona, el animal o la planta que allí pereció”, señala.
Alapont aclara que en el interior de los calcos están los esqueletos de las personas, de los animales o los restos orgánicos de las plantas.
El arqueólogo comenta que el estudio de los calcos ha permitido conocer muchos detalles de la vida de los pompeyanos. “Tenemos los restos esqueléticos de personas congeladas en el tiempo y el estudio antropológico de dientes y huesos nos ha permitido saber que en su dieta había gachas y también miel, pues muchos de ellos tienen caries. También son muchos los que tienen enfermedades artrósicas derivadas de una actividad física continua, es decir, la mayoría eran trabajadores”, específica.
Asimismo, “hemos visto que la mayoría de los habitantes que quedaron en Pompeya eran personas de edad avanzada, niños de corta edad, mujeres, algunas de ellas embarazadas, personas con patologías en las rodillas u otras enfermedades artrósicas, etc. Todos aquellos que pudieron huir lo hicieron. Quienes tenían dificultades físicas fallecieron esperando que aquello fuese solo un terremoto, no lo que finalmente ocurrió que fue la destrucción de la ciudad”, manifiesta el arqueólogo.
Además, los calcos muestran cómo era el aspecto exterior de las víctimas de la erupción lo que, según explica Alapont, ha permitido saber cómo murieron.
Causas de muerte de los pompeyanos
“El estudio que hemos hecho indica que, al contrario que en la cercana ciudad de Herculano, cuyos habitantes fallecieron de forma instantánea debido a las altas temperaturas desprendidas por las olas piroclásticas, los pompeyanos murieron de diferentes formas”, indica el experto.
“Muchos lo hicieron a causa del lapilli, probablemente de asfixia al quedar sepultados; otros se asfixiaron debido a los gases tóxicos y también hubo muchos fallecidos por el derrumbe de los edificios y por impactos de las rocas que expulsó el Vesubio. Finalmente, los que sobrevivieron a estas circunstancias murieron por una ola piroclástica de temperaturas altísimas que provocó la evaporación instantánea de los líquidos del cuerpo”, describe el arqueólogo.
Los trabajos de investigación que se han llevado a cabo en Pompeya han permitido obtener mucha información sobre la vida en la ciudad y en el resto del imperio en el siglo I. Sin embargo, buena parte de lo que fue Pompeya continúa enterrada.